Por Luis Vicente León | Prodavinci
Hay una pregunta que se repite en todos los espacios en los que participo: ¿Es posible que la protesta opositora tenga éxito y logre producir los cambios que la mayoría de la población quiere?. La respuesta es sí. La historia está llena de ejemplos en los que el pueblo mayoritario produce la transición de la autocracia a la democracia. Pero ésta es una respuesta condicionada. No es suficiente el deseo de cambio. Es necesaria la conjunción de dos variables. La primera es la protesta pacífica, que suele convertirse en kriptonita para el gobierno. Pero no es fácil. La población que presiona los cambios pacíficamente se enfrenta a la resistencia violenta de su contendor. Conociendo su costo de salida infinito, el detentor de poder estará dispuesto a cualquier cosa para defenderse. Su estrategia comunicacional está cantada. Primero destruye la verdad como valor en el debate político. Después usa la vieja técnica de acusar de sus fechorías a la víctima. No importa que hayan muerto (asesinado) a 40 de sus adversarios, produce un gran alboroto por el rasguño de uno que pertenece a su lado. En el medio de ese jaleo, como dice la Fiscal, es difícil culpar al agredido de radicalizarse para defenderse de la violación de sus derechos. Y entonces algunos grupos se desbordan. Pero ahí está el problema. La respuesta violenta a la violencia oficial es oro en polvo para el gobierno. No importa si está justificada, el resultado suele ser contraproducente y difícil de evitar. El éxito no se trata de que la protesta sea violenta, sino masiva. Justificar las acciones violentas por la violencia del gobierno no resuelve el problema de que no funciona, sólo explica cómo te llevan al terreno al que te quieren llevar. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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