Alexander Cambero / ND
La epidemia de un país es peor que cualquier virus que penetra el torrente sanguíneo. Cuando la enfermedad contamina al cuerpo la medicina podría prevernos del antídoto que contrarreste sus efectos letales, en cambio, cuando es el alma de la republica la que está contagiada por la maldad, su salvación nos costará década de una dedicación exclusiva. Será una labor titánica en donde tenemos que ir hasta la raíz del problema, una profunda división entre compatriotas que se observan como acérrimos enemigos, es sin duda una verdadera muralla que demoler para que fluya la armonía en los distintos actores sociales de la nación. El filoso cuchillo entre los dientes no puede sustituir el necesario dialogo, con esas actitudes la patria sufre de una profundo desequilibrio que sigue conduciéndola hasta el despeñadero; es como una forma de aniquilamiento que de manera paulatina va destruyendo lo que fuimos. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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