Carlos Blanco / @carlosblancog
El centro de las discrepancias en la oposición ha sido el lugar que en Venezuela ocupa la lucha por la libertad. No es cierto que frente a un kilo de arroz o un pollo la libertad valga menos. Quien piense así, no importa cuánta gente comparta la tesis, desvaría. El hecho de poner la libertad en un lado de la balanza y en la otra la comida, en un régimen a la cubana, es un desastre humanitario: no asume que la libertad es el espacio en el que la comida puede obtenerse con certeza, por medio del trabajo, de la elección de las oportunidades, del emprendimiento y la dignidad. Es errónea la idea de que la oposición debe centrarse en resolver “el problema económico” porque el hambre aprieta y la gente no aguanta. Doblemente falaz: primero, porque no hay forma de resolver “el problema económico” en un régimen para el cual los factores de la producción constituyen el enemigo; para el que la productividad es una exquisitez capitalista, y la iniciativa individual es abominada por ser enemiga del colectivismo bárbaro; segundo, porque si los gobernantes son los que deciden cuándo, cuánto y qué comen los ciudadanos, solo hay lugar para la ruina, y en la ruina cada vez comen menos personas, y cada persona come cada vez menos. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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