Hace tiempo que Diosdado Cabello no se mira al espejo, temeroso, como está, de que en lugar del rostro del regordete teniente o capitán aparezca un anciano lívido, giboso, marcado de arrugas, peso más allá de lo tolerable y canas, canas, muchas canas.
Manuel Malaver / La Razón / ND
El mismo con el que soñó hace meses, con un traje a rayas, bonete, y tratando de acomodarse en una estrecha celda en la que apenas cabían él y un camastro. Sentado o recostado en el camastro, dando pasos por los escasos metros, pero, sobre todo, mirando desesperadamente hacia una ventana o mirilla -casi adosada al techo- por la que, a veces, se filtraba un minúsculo rayo de sol. CLIC AQUI para seguir leyendo...
Recibe nuestras actualizaciones por E-Mail. SUSCRÍBETE GRATIS AQUI
Twittear |