ALEXANDER CAMBERO | EL UNIVERSAL
La dictadura corroe la poca democracia que nos queda. Para regímenes tiránicos silenciar la voz disidente es un recurso de quienes buscan la perpetuidad de en el poder. La morbosidad de sus actuaciones siempre encuentra un obstáculo en las leyes de la república. Con astucia la burlan hasta desacreditada bajo el estruendo de la represión que va convirtiendo la vida en un festín de horrores. La Constitución se convierte entonces en un instrumento inútil. Un zurcido de párrafos emperifollados con el equilibrio jurídico, pero que no funcionan cuando gobierna la tiranía analfabeta. La Carta Magna reducida al triste papel de testigo con la lengua trabada y las manos atadas. Cuando el totalitarismo acciona sólo entiende el lenguaje de la violencia. Estorba todo aquel que defiende principios democráticos. Sólo existe la historia oficial que siembran sobre el cadáver de la libertad. Lea el Artículo Completo AQUI ...
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