ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
Amanece. Nada bueno. Nada mejor. En mi país en una semana han muerto seis jóvenes de un tiro en la cabeza. Egoísta, pienso en seguida en mis hijos. Se me hace un nudo en la garganta y detengo este ensayo. Respiro. Contengo el aliento que no es más que contener la indignación, la rabia y la impotencia. Y pienso en las madres y padres de estos muchachos, de estos niños, cuyas miradas y voces no volverán a compartir. ¿Qué los condujo a la muerte? Salir a la calle a luchar por su libertad, por su oportunidad, por su futuro, por su país. Ese fue su delito. Un sueño, un derecho, una pasión convertida en tragedia. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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